Decía James Randi (cuánto le echo de menos), que si los niños conociesen los principios de la ilusión serían menos propicios a caer en supercherías. Actualizado a estos tiempos, si los niños aprendiesen los principios de la magia, que hay muchas cosas planteadas como un engaño, que todo ha de ser falsable, quizá no habría tanto engaño, tanto criptobro y tantas zarandajas.

La magia me permite mostrar un mundo lleno de ilusión (y matemáticas, y lógica, e ingenio y creatividad) a mi hijo, pero también un mundo engañoso, falso y, por desgracia, real.

Cuando a un niño se le hace un truco, por tonto que sea, y, tras su asombro, se explica cómo se ha hecho (da igual la técnica, da igual el efecto, da igual todo) realmente le estamos enseñando a que es susceptible de ser engañado, y es una lección importantísima en la vida.

La magia es una herramienta de aprendizaje que, bien llevada, es vital. Un aplauso por todos los padres que muestran un mundo mágico y real a sus hijos.